A todos nos han dicho que las plantas son verdes y hacen la fotosíntesis para fabricarse su propio alimento y es normal que sea así ya que esto es cierto para la casi todas las plantas. Además, a las edades a las que se aprende esto, sería complicado entender que no siempre es así.
Existen, por tanto, plantas que no se alimentan de la manera típica, es decir, a partir de luz solar, agua y nutrientes del suelo, si no que se alimentan de la fotosíntesis realizada por otras plantas. Dicho de otra manera, son plantas parásitas.
Se trata de plantas difíciles de encontrar debido a que no son verdes y tampoco presentan unas flores llamativas. A fecha de esta publicación hemos encontrado tres tipos de parásitas con notables diferencias entre sí: los jopos (de los cuales hay dos especies), las barbas de capuchino (una especie) y la gallocresta.
Los jopos (Orobanche amethystea y Orobanche ramosa) aunque diferentes en cuanto a color y tamaño, tienen en común que son plantas parásitas de la raíz, con un tallo erguido bien desarrollado y unas flores grandes. La primera parasita al cardo corredor y, con una búsqueda exhaustiva es posible verla en primavera en la espalda del cementerio. La segunda parasita a varias compuestas y, si se busca, es fácil de ver en La Pilarica.
Las barbas de capuchino son todavía más complicadas de encontrar que los jopos debido a su menor tamaño, a su forma enrollada y a sus tallos finos, fáciles de confundir con la hojarasca o las rocas. Éstas parasitan a las partes aéreas (tallos, hojas) de varias especies. Nosotros hemos visto una en la ladera de San Roque y son más abundantes en la cantera de Cox.
La gallocresta pertenece a la misma familia que los jopos pero la hemos dejado aparte porque ésta sólo es parcialmente parásita de las raíces, es decir, es una planta verde que complementa su fotosíntesis con el alimento que extrae de otras plantas. Se puede ver a mediados de la primavera en el cementerio y al fondo del sendero central de la Cueva Ahumada.